La resolución de problemas ha sido siempre el eje de la evolución de las matemáticas; todos los conocimientos matemáticos han surgido de la necesidad de resolver cuestiones sociales, comerciales,..., siempre para resolver problemas reales.
Está claro que en realidad hacer matemáticas es resolver problemas. En la escuela no debería ser muy diferente: mucho de los contenidos matemáticos deberían servir únicamente para resolver problemas.
Sabemos que el aprendizaje es un proceso activo y que un alumno entra en actividad cuando se enfrenta a un problema; sabemos también que para poder construir el conocimiento necesita la interacción con las personas y los objetos. Partiendo de situaciones significativas, de problemas reales, el alumno podrá comprender o intuir el procedimiento a seguir, sepa o no que se debe de hacer operaciones matemáticas para resolverlos sepa o no operar con precisión.
Deberá aprender a resolver operaciones, pero siempre partiendo de un contexto matemático real.
El diálogo es fundamental en la resolución de problemas.
Para nosotras tiene una gran importancia el lenguaje en la construcción del conocimiento matemático. Los niños y niñas cuando se plantean problemas de este modo entienden perfectamente el problema y cada uno aporta desde su punto de vista una posible solución. Los problemas se resuelven en grupo (toda la clase o grupos más pequeños), así los niños al verbalizar sus ideas ordenan su pensamiento, al discutir sus ideas las argumentan, las van modificando al contrastarlas con sus compañeros, las complementan, las rechazan, las reafirman...
El hablar de las actividades matemáticas que realizan les ayuda a profundizar en la representación de las acciones mentales que están llevando a cabo.
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